miércoles, 2 de septiembre de 2009

TRISTEZA Y NOSTALGIA / ARRAIGO Y LUCHA














Son los desalojados de la presa picachos

FELICIANO CASTRO MELÉNDREZ

Está triste la gente
tiene miedo; está lastimada.
Son pueblos de portales y tejas
de brasiles que compaginan la arquitectura
de sus anchos adobes y calles torcidas
portales, adobes y calles refugian la voz disminuida
la voz en retirada; son los expulsados de su historia
son corazones, son voces son nostalgia
es la gente
Nostalgia y expulsión
laceran el arraigo de los pueblos
y del arraigo viene la lucha
son pueblos de higueras y huanacaxtes
de raíces fuertes, grandes, verdes, frondosos, perennes
así es el despertar de estos pueblos
de la nostalgia abrevan tradición, pertenencia
resisten.



De la carretera México 15, partiendo de El Habal hacia la Noria, siguiendo hacia la sierra por la carretera nueva, termina el pavimento y a la vista aparece San Marcos, es el pueblo nuevo, el de las casas iguales; son de block y láminas de asbesto, de asbesto rojo, de ese material prohibido en Estados Unidos por cancerígeno; son “casas” en aparente orden, son pequeñas: entras y está la sala, la cocina y el comedor, por supuesto juntos, todo en un diminuto cuarto, contiguo la “recamara” para toda la familia y un apretado baño. Están sin luz, ni agua, ni drenaje, no hay árboles; muchas aun no están terminadas. Y otras ni siquiera las han comenzado. Y el gobierno anuncia en la prensa de Mazatlán que todo está listo para que los “desalojados” ocupen en junio sus casas. Es mentira. Aun falta mucho para concluir los trabajos. Es mentira. Una burda mentira.
Lo mismo pasa en El Placer, en Copales, en Las Iguanas, Casas Viejas y en la Puerta de San marcos. Los pueblos nuevos donde se levanta el caserío que habrán de ocupar los habitantes de las comunidades que serán hundidas por las aguas de la presa picachos, no están listos, no son habítales. El gobierno miente. El gobierno no ha cumplido dice la gente. En verdad se ve que no ha cumplido.
No hay mal que por bien no venga. El incumplimiento del gobierno se ha traducido en organización y lucha de los pueblos; de la gente de esta sierra con lunares verdes ostentados por higueras y huanacaxtes. Pueblos que han crecido, que han pasado de la tristeza y la nostalgia, a la resistencia espontánea y de esta a la toma de conciencia, a la organización y la lucha: han peregrinado en gestiones, han firmado acuerdos y minutas, han tomado las calles doradas del sábalo turístico y en la capital del estado, se han plantado ante el gobierno estatal; pueblos que desde el seis de enero pasado permanecen en vigía desde las cumbres que sostienen la elevada cortina de concreto para impedir el cierre del túnel que daría lugar al almacenamiento de las aguas de la picachos; su decisión es valiente, cargada de esfuerzos y sacrificios, no permitir que se inicie la acumulación de agua hasta en tanto el gobierno cumpla con los acuerdos firmados, y que tan sólo representan un asomo a la justicia. Son pueblos que reclaman justicia, gente que demanda resarcir los daños a su patrimonio despojado. Son pueblos a los que les asiste la razón y la justicia, el derecho y la historia.
Las indemnizaciones por el patrimonio despojado no las han cubierto en su totalidad, y lo que han entregado lo han hecho a cuentagotas. Y por si fuera poco, los muertos aun permanecen en sus viejos camposantos y los nuevos panteones aun no están listos: el compromiso es que habrán de trasladarlos a nuevas tumbas para ponerlos a salvo de las aguas del vetusto presidio. La gente quiere a sus muertos, solos no se van; en el panteón de San Marcos hay viejas tumbas sin fecha, seguramente del siglo XIX, igual recuerdos de principios del siglo pasado: ahí está marcada la tumba del tatarabuelo de Atilano, data de 1909. Murió ahogado. Y de nuevo su recuerdo está amenazado de ser sepultado por segunda ocasión, ahora, cien años después, por las aguas de la picachos que cubrirán todo. Ni siquiera las gigantes higueras que adornan de verde los arroyos y sombrean los pasos de labradores, escaparán del sepulcro que impone la “modernidad”.
El gobierno miente. El gobierno no ha cumplido.
Y las aguas se anuncian en las alturas, nubes, rayos y truenos las anticipan, “el cielo está encapotado, parece que va a llover”: la gente lo dice, no tarda en caer las primeras lluvias. Y la inminencia de las aguas hace crecer los ríos de tristeza y nostalgia, la gente sabe que el llanto torrencial del cielo, se verá acompañado de luctuosas avenidas de tristeza. Los rostros resignados de los pobladores expulsados de su cuna, arrancados de sus casas y de sus de tejas y portales, se anegarán: llorará el pueblo.
“La gente está triste, tiene miedo, está desorientada”, dice la doctora de San Marcos. Oriunda del Distrito Federal llegó hace cuarenta años egresada del Politécnico y se quedó. San Marcos la acogió y se hizo del pueblo, y hace mucho tiempo es su pueblo. Ahora está triste: comparte y vive su pueblo, comparte y vive el desalojo. Desde su consultorio contempla la nostalgia sentada en los largos portales de las viejas casonas que distinguen a este pueblo.
Un pueblo que espera las aguas, pero ya no para aprovechar el temporal cargado de fertilidad y vida, ahora será para saber de tristezas y abandonos, de recuerdos anegados; hoy esperan las aguas que simbolizan la expulsión de la historia de sus abuelos y tatarabuelos.
Y lloverá y serán los torrentes del inmemorial río el sepulturero de recuerdos y de pueblos enteros que ofrendan su existencia a la “modernidad”: gana la ciudad y el turismo, pierde el campo. Es la ciudad la que ostenta futuro y certezas urbanas y sacrifica a mujeres y hombres herederos de mil tradiciones rurales; agua para Mazatlán, sacrificio y nostalgias para la gente desalojada, para los pueblos arrancados de las riberas del viejo presidio.
Una “modernidad” caracterizada por el pragmatismo de políticos que no trascienden los arrabales de la vida urbana y en el ejercicio del Poder arrasan con vestigios de historia; no sólo de esos pueblos, de sus imponentes portales y adobes de anchas paredes sino también de herencias consagradas en las eternas colinas.
Con la presa y los desalojos arrancan historias milenarias, historias que siglos prehispánicos registraban para la humanidad; no sólo desaparecen pueblos, también con barbaridad, ignorancia y falta de compromiso, arrancaron, sí literariamente arrancaron de los cerros donde se construyó la cortina, petroglifos de valor imponderable; allá en lo elevado de las montañas, junto a la cortina de la presa, están los testimonios humanos de los habitantes de las riberas altas del río, ya no están en el lugar elegido por los antepasados de San Marcos y de La Puerta de San Marcos y otros pueblos, ahora están en pedazos de rocas violentamente desprendidas de los cerros, ahí se pueden observar y fotografiar. Cabe decir que lo “rescatado” en pedazos fue gracias a la denuncia que obreros de la presa hicieron ante un periódico del puerto de Mazatlán.
Acuso al INAH de ser cómplice de estos agravios a la historia y a la humanidad; los acuso de violar, además, las disposiciones legales asumidas por el país y el mundo para proteger y preservar el patrimonio histórico.
El desquite. La gente de estos seis pueblos tomó una decisión: no votar el próximo cinco de julio. El día trece de este mes en San Marcos brigadas del PRI preparaban un acto para su candidato a diputado y la gente no los dejó; con valentía y coraje mujeres del pueblo se “bastaron” para sacarlos de la comunidad. No votarán. Es una respuesta a los engaños, abusos y burlas del gobierno y de los partidos, especialmente contra el PRI. Saben de las implicaciones del gobierno federal y del PAN, así como también portan indignación contra la candidata suplente del PRD que los agredió en el plantón de principios de junio en el Sábalo.
Dicha decisión significa un paso adelante y representa a la vez una paradoja: posibilidades y limitaciones. La posibilidad de que estos pueblos crezcan y hagan camino ejerciendo su participación social y política por modificar las políticas que definen los partidos en el gobierno, lo que supone otras dimensiones de participación política y electoral; limitaciones, si el abstencionismo motivado por la ruptura de hoy se traduce en parálisis de conciencia y acción de frente a la disputa por la conducción del país y del estado, pudieran resultar situaciones de estancamiento que podrán favorecer a quienes desde la política maltratan al pueblo. Por lo pronto el desquite es un paso político importante; desquite que encuentra sus motivaciones profundas en los sentimientos inherentes al arraigo ahora vulnerado con el desarraigo involuntario, impuesto.
La sentencia del desarraigo está por cumplirse. La gente está triste. Hay nostalgia. En los portales de San Marcos las tertulias vesperales de los viejos conversan la desolación y desnudan sus “pechos huecos”, -J. Santos Torres- vacíos de esperanza, saben que nunca más vivirán esas tardes; contemplan desmemoriar la historia, la de ellos, de sus gentes, sus tierras, arroyos y veredas, y entienden, quizás con Benedetti, que el olvido es tan sólo un simulacro, porque saben que allá, en los pueblos nuevos no “habita el olvido” –Sabina. Quitarán las casas, sus horcones petrificados, hundirán los pueblos pero no los recuerdos, de boca en boca, de tarde en tarde, los recuerdos y tradiciones divulgarán la historia y con las nuevas generaciones nacerán otras alegrías, cuyas raíces estarán en las anegadas memorias de esta gente.
Está triste la gente. La expulsión de que son objeto hemorragia el alma – Neruda- de los pueblos afectados, la desgarra por el desarraigo que los asalta y los arranca de sus orígenes.
“Creo que el desarraigo de los seres humanos – dice Pablo Neruda- es una frustración que de alguna manera u otra entorpece la claridad del alma. Yo no puedo vivir sino en mi propia tierra; yo no puedo vivir sin poner los pies, las manos y el oído en ella, sin sentir la circulación de sus aguas y de sus sombras, sin sentir cómo mis raíces buscan en su légamo las substancias maternas.”
La gente está triste, les arrancaron su historia, sus árboles y sus querencias; es gente con orgullo, con arraigo y en el arraigo, ante la adversidad, tejen identidad de pueblos y descubren derechos .
La gente está triste. La gente está luchando.
Junio, 16 de 2009.

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